La Cruz de Ferro. La fuerza de la simbología en el Camino de Santiago en León

Cruz de Ferro

Entre los pueblos maragatos de Foncebadón y Manjarín, en la cumbre del Monte Irago, se yergue la Cruz de Ferro, Cruz do Ferro, en gallego o Cruz de Fierro en leonés, señalando el punto más alto del Camino Francés en la provincia de León, 1520 metros sobre el nivel del mar, y el inicio de la bajada de 920 metros de desnivel hasta Molinaseca, ya en plena comarca de El Bierzo

La Cruz de Ferro es un sencillo crucero con una base formadas por las piedras arrojadas por los peregrinos a su paso, un mástil de madera de cinco metros de altura y una réplica de la auténtica Cruz de Ferro, que forjada en hierro se encuentra en el Museo de los Caminos de Astorga.

Sobre su origen se apuntan tres posibilidades, no necesariamente excluyentes. La primera apunta hacia la necesidad de tener un punto de referencia para los caminantes que se aventuraban por estos montes durante las intensas nevadas que por la altitud y la orografía desde siempre se han producido. La segunda posibilidad es que se trata de un Monte de Mercurio romano con origen en los cúmulos de piedras (milladoiros) que los celtas erigían en puntos significativos de los caminos y que al cristianizarse pasaron a ser cruceros (cruces de caminos). Ya la tercera posibilidad se relaciona con la organización territorial romana y la necesidad de marcar los límites de sus territorios.

Cruz de Ferro

Una de las más antiguas referencias literarias a la Cruz de Ferro viene de la pluma de Alonso de Castillo Solórzano: “Ellos que habían subido a la cumbre del áspero puerto del Rabanal, topáronse en el primero llano con la Cruz de Ferro, tan nombrada de los que caminan por aquella tierra, y hallando buena ocasión Marcos, que la había visto otra vez que se le ofreció ir a Astorga, dijo a su compañía: -Dominga; ésta es aquella Cruz de Ferro tan conocida de todos los de nuestra tierra, a quien las doncellas de allá, que pasan por aquí, hacen su oración, pero no el voto que dicen, de no volver como pasaron”; “… en la tal información supo cuán cerca estaba de la Cruz de ferro, tan nombrada en aquella tierra; pasó por cerca della y hízola oración, sin tener cuidado de la promesa que todas las gallegas la hacen…”.

El Trasgu de Foncebadon Banner

Constantino Cabal escribió al efecto “A Mercurio, en los caminos y a modo de sacrificio, se le amontonaban piedras, que eran refugio de los manes” y ya recientemente Sánchez Dragó escribió en “Gárgoris y Habidis”: “Hasta hace algunos años, grupos de segadores bajaban a trabajar en los trigales castellanos por la vereda de las Portillas y, precisamente al llegar al Bierzo, volvían los ojos atrás y tiraban una piedra al pie de la Cruz do Ferro”.

Sea como fuere, en el siglo XI el eremita Gaucelmo, abad de la alberguería de Foncebadón y Manjarín, colocó la cruz en el lugar que ahora conocemos y con el paso del tiempo nació la costumbre de que cada viajero que pasara frente a la cruz depositaría una piedra traída de su lugar de origen en su base.

Independientemente de si se conoce o no la tradición de depositar la piedra, lo cierto es que en lugar tiene u otra algo especial que invita al caminante a detenerse. Mucha gente asegura que los celtas tenían conocimientos ahora olvidados que les permitían distinguir eso lugares con una especie de energía especial. Sea verdad o no, es una bonita idea. El miedo a lo desconocido, a la muerte, al más allá, y la necesidad de desprenderse de lo viejo para hacer sitio a lo nuevo es común a los humanos desde el principio de los tiempos. Así que el origen de la Cruz de Ferro tiene origen místico en donde una piedra ocupaba el lugar del sacrificio humano y así el viajero se deshace simbólicamente de lo viejo para dar cabida a lo nuevo y continuar con los infinitos ciclos de vida y muerte.

Además, la Cruz de Ferro se halla en cumbre de una montaña (más cerca de los Dioses), un Axis Mundi, un eje cósmico y simbólico del mundo propicio a las manifestaciones trascendentes.

Realidad, mito y leyenda se entremezclan en la Cruz de Ferro y le dan al lugar unas connotaciones únicas.

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